jueves, 1 de diciembre de 2011

LA PIEL, NUESTRA SUPERFICIE Y BARRERA

La piel es nuestra barrera protectora e impermeable, nuestra frontera y escudo. Es la que protege nuestro medio interno del externo. No sólo constituye la frontera entre nosotros y nuestro entorno, sino que funciona como sistema de intercambio de varios tipos de información.



 
Reguladora y receptora sensorial
La piel es la responsable de equilibrar la temperatura, controlar que permanezca el calor necesario para el adecuado funcionamiento de los órganos, el calor es absorbido y liberado por la piel. A bajas temperaturas, la sangre desaparece de la superficie del cuerpo para mantener el calor y fluir regando los órganos internos.

Al contrario, a altas temperaturas, los vasos sanguíneos de la piel se dilatan, por eso el calor va desde el interior hacia la superficie del cuerpo para que se pierda en contacto con el aire y a la inversa, desde el exterior del cuerpo hacia dentro. Además, el sudor cubre la piel de humedad, para que, a medida que se evapora, refresque el cuerpo.

La hipotermia y la insolación se producen cuando es excesivo el trabajo para la piel y el mecanismo de regulación de la temperatura falla, se sobrecarga y no es capaz de mantener la temperatura corporal dentro de los límites necesarios. Por ejemplo, temblamos para generar calor, pero cuando ya ha saltado la alarma por exceso de frío.
Aunque el sol es nuestra fuente de energía máxima, filtrar sus radiaciones es esencial. Tanto la ausencia como el exceso de luz solar son perjudiciales.

Pero necesitamos unos 20 minutos de exposición solar cada día. El exceso de sol puede provocar manchas en la piel, como mínimo. La deficiencia de luz solar puede provocar falta de vitamina D, y esto puede debilitar y deformar los huesos, contribuir a la aparición de osteoporosis y raquitismo, y deteriora el buen funcionamiento del sistema neuronal y emocional.
El conjunto del sistema nervioso periférico termina en la piel. Nos ubicamos en el mundo a través de la sensibilidad de nuestra piel, y si ésta se reduce o no existe, perdemos la actualización constante de la salud y del bienestar empezando por las manos, pies y en cada una de las partes del cuerpo, que no podemos ver con los ojos. La piel es también nuestro mecanismo sensorial y el receptor primario del viento (movimiento), el calor e incluso del sonido (vibración).

Nuestra piel también actúa como mecanismo de excreción de hormonas, que se transfieren a la atmósfera principalmente a través del vello corporal. El calor que desprendemos durante la actividad sexual, que hace que la cara y los genitales se pongan rosados gracias a la sangre, también se manifiesta cuando nos ruborizamos por ira, excitación o vergüenza. Y la tensión o flacidez de la musculatura que está justo debajo de la piel puede transmitir bienestar y otros estados de ánimo.
Además, la piel, nuestro órgano más grande, nos proporciona una valiosa desintoxicación de las sustancias químicas que ingerimos y no necesitamos. Por eso muchas veces se puede identificar la enfermedad a través del olor corporal. Primero el hígado desintoxica interiormente lo más posible; si lo cargamos de trabajo, el proceso siguiente es que la piel continúe con la eliminación de toxinas; por eso nos salen manchas.

Mientras que algunos animales, como las serpientes, cambian de piel muchas veces al año, los humanos renovamos constantemente nuestra cubierta exterior a través de la pérdida y regeneración gradual de las células de la piel. Las nuevas células tardan de dos a cuatro semanas en nacer y alcanzar la superficie, por eso lo que vemos y sentimos como nuestra piel, en realidad son tan solo células muertas de piel que esperan encontrar su lugar entre el polvo de casa, del que representan alrededor del 70%.
La alimentación con grasa se refleja rápidamente en la piel de la cara. Actualmente, existen muchos remedios naturales que pueden ser de ayuda, como la ingesta de ácido hialurónico, o vitaminas A, betacarotenos, vitamina E, selenio (mineral antioxidante), así como tratamientos faciales que se pueden llevar a cabo para mejorar el aspecto del cutis en general y del área periocular en particular.

Cuando la piel está sana, saludable y vibrante, denota que el yin y el yang están en equilibrio. Sin embargo cuando existe una deficiencia de Yin la piel se reseca y algunas líneas finas e hiperpigmentaciones se notan más; cuando se presenta deficiencia de Yang, la piel se vuelve pálida y sin brillo.


El tofu, por ejemplo, promueve el crecimiento del tejido, el queso de soja provee al organismo de estrógenos naturales y ácidos grasos esenciales incluidos Omega 3, vitamina E y variedad de minerales importantes. Los hongos negros sirven para limpiar el cuerpo, son ricos en vitaminas y minerales, especialmente hierro y muchas proteínas.

La nuez es rica en omega 3, ácidos grasos, ácido linoléico y oléico, caroteno, vitaminas B1 y B2 además de otras sustancias con propiedades antienvejecimiento, beneficiosas para los órganos internos y para nuestra piel.


Las cerezas tienen un alto contenido en hierro, y antioxidantes esenciales para proporcionar salud a la piel, mejorar su color y enriquecer la sangre. Finalmente el aloe vera sana y protege la piel cuando se aplica de manera tópica y nutre el Yin del cuerpo, especialmente el estómago cuando se toma su jugo.


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